Con esta inscripción en su camiseta se disculpaba esta mañana Valentino Rossi, mi Vale, a su afición por haber tardado dos años en ganar su octavo título mundial (el reloj de la camiseta marcaba las 8 en punto...). Como era de esperar, alguna tenía pensada, alguna celebración a las que nos tiene acostumbrados. Efectivamente, baja de su moto, se quita el casco, se pone la antes nombrada camiseta (que también se pone todo el equipo Yamaha y el club de fans) y se dirige con su casco a una mesa de despacho (situada en plena pista, en el césped junto a la calzada) dónde le espera un notario debidamente trajeado, que le entrega un rotulador con el que Valentino escribe en su casco y el cual el notario le sella. Toda esta parafernalia burocrática (otra de tantas invenciones del piloto y de sus amigos) para hacer oficial que, por octava vez, es campeón del mundo.
Desde aquí, mi insignificante felicitación a tan gran piloto, ya considerado el más grande de todos los tiempos: grande no sólo por su aptitud para manejar semejantes bichos siendo él tan flaquito, aptitud para remontar a las primeras posiciones saliendo desde la última fila, aptitud para mantener el equilibrio de la moto cuando ésta le tiembla, o se sale de pista mientras adelanta. Por todo eso y por ser deportivo, saber perder cuando sabe que lo ha dado todo, no ser arrogante (que eso siendo italiano ya tiene mérito...) y ganarse a la gente con su simpatía y buen humor.
Felicidades, Dottore.
2 comentarios:
¡Pues eso!
No gustándome las motos, este tipo me cae gracioso (además reconozco su valía como piloto: un auténtico crack).
Mi enhorabuena, también, ¡hombre ya!
Bonito detalle, tu felicitación.
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