Pero el verano, como todo, también se acaba. Quizá sería mejor decir 'las vacaciones estivales' se acaban, ya que seguramente tengamos un septiembre de lo más calentito.
Los gritos de los niños y adolescentes jugando en el agua suenan más agudos, más potentes; se percibe una diversión algo exasperada. Los padres han perdido parte de esa autoridad de días anteriores, cuando a las dos de la tarde se ponían firmes para ordenar que salieran del agua porque la comida estaba lista. Todos saben que les queda poco, que algunos ya se han ido y que ellos serán los siguientes.
A falta de un día para septiembre, para la vuelta al ciclo, la vuelta a las obligaciones, a los quehaceres... a falta de un día ya se respira otra cosa. Después de la arena, el sol, el cloro, la sal, las moreras y las buganvillas de las segundas residencias o apartamentos alquilados, vuelven a bajarse las persianas de las ventanas y balcones, a cerrarse con llave las puertas de las comunidades de vecinos, a guardarse las bicicletas en los garajes.
Y vuelven a quedar abandonadas las tablas de surf junto a los contenedores.
Dadme sólo un día... un día y arranco.
Dadme sólo un día... un día y arranco.