martes, 27 de septiembre de 2011

Mirar a los ojos

- Te escudas en desviar la mirada para eludir tu timidez.

El profesor no me conocía de nada. Era la primera vez que me veía, de hecho era la primera vez que le hablaba. Pero dio en el clavo.


Esta semana hemos empezado las clases de comunicación, en las que trabajamos sobretodo la no-verbal (que no es la de meter mano ni nada por el estilo, por desgracia). Nunca me había sentido tan analizada por alguien. Ésa era la finalidad, claro, que te analicen. Pero no es muy agradable, porque sabes que la vas a cagar.
Ponerte delante de veinte personas a hablar de ti ya de por sí intimida bastante, pero si encima tienes a una persona controlando cada gesto, cada tic lingüístico, cada mínima exteriorización de nervios; la presión es absoluta.

- Lo primero que has hecho al ponerte de pie ha sido rascarte el brazo, señal inequívoca de que estabas nerviosa.
Efectivamente. Habitualmente me pica todo (la nariz, el ojo, la pierna, otra vez la nariz...), así que cuando estoy nerviosa ya es la pera limonera. Yo no necesito exfoliantes.
- Has ladeado el cuerpo en un intento de autoprotegerte, de buscar un refugio.
Coño con el tío.
- Además, en lugar de mirarme a mí o a tus compañeros con seguridad, miras al techo, luego me miras a mí, luego miras la ventana, luego me miras a mí... Debes aprender a mantener la mirada con las personas a las que estás hablando.
Hijo de su madre. Ahí me ha dado en un punto débil que no he conseguido dominar jamás. Cuando estoy nerviosa o no quiero perder la concentración disperso la mirada. No lo puedo evitar.


Pasado mañana tengo que dar un breve discurso de unos cinco minutos, y el viernes, presentar un power point. Así, pim pam, sin apenas tiempo a asimilarlo. Dicho de otra manera, tengo 48 horas para aprender a mirar a los ojos de la gente y perder la vergüenza. Con lo cual:

Opción 1: puedo optar por ir sin gafas ni lentillas.
VENTAJA: como no veré a la gente, no me supondrá un problema mirar a la gente.
INCONVENIENTE: Con cuatro dioptrías y medio, por muy grande que sea la pantalla donde se proyecta el  power point, no veré un pijo.

Opción 2: colgar un cartel en el ascensor de mi bloque citando a los vecinos mañana a las 21h. en la escalera para hablarles del microcemento decorativo.

VENTAJA: como vengan todos los vecinos, pierdo el miedo escénico por cojones.
INCONVENIENTE: es más que probable que sólo vengan mi hermana y el vecino de al lado, dejemos la conferencia para otro día y nos vayamos a tomar una caña.

Opción 3: irme a Plaça Catalunya a hablar del microcemento decorativo.
VENTAJA: como hay tanto guiri y borracho por allí, el nivel de exigencia del auditorio no será demasiado elevado.
INCONVENIENTE: corro el peligro de ser devorada por las palomas (son unas muertas de hambre) o detenida por los Mossos (cualquier excusa vale después del 15M).


Opción 4: me pongo mala.
 ...
Yo creo que va a ser ésta.

jueves, 22 de septiembre de 2011

¿A qué número estoy llamando?

Suena el teléfono en casa de mi abuela.

TIRORIRORI TIRORIRORI...

LA YAYA: ¿Diga?
EL OTRO: Hola, ¿está Margarita?
LA YAYA: ¿Margarita? Nooo, se equivoca usted.
EL OTRO: Vaya... ¿a qué número estoy llamando?
LA YAYA: Al 16 bis.


Ay, de verdad, si es que me la tendría que llevar al club de la comedia.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Mi sábado por la tarde

Hoy he dedicado la tarde a hacer jardinería.

Hace tiempo me compré dos potus para casa, pero uno de ellos se me cayó por la ventana y se estrelló contra la terraza de la vecina del bajo. La planta aguantó el accidente y no murió (¡estas plantas no mueren nunca!), pero tras el trasplante no acabó de agarrar bien.

He decidido traérmela a casa de Ratman, donde tiene unas macetas en el balcón de esas de obra, y plantarla aquí, a ver si los nuevos aires le van bien.

Este ha sido el resultado:


A ver qué pasa.
De paso también diré que tenemos una albahaca en proceso (bueno, dos albahacas, pero la otra no acaba de crecer). Así está tras cuatro semanas desde la germinación (la otra es ésa pachucha que se ve al fondo):




Qué ganas de comerme un plato de pasta con tomate maduro rallado y hojas de albahaca frescas. Ah, y aceite de oliva.
No he podido resistirme a plantar un par de semillas más, a ver si agarran.





Como bonus track aquí os dejo con una foto de los que me han hecho compañía durante la tarde: el Chicho (izquierda, negro, tres años de edad -creo-, y rompebolas por excelencia) y la Tuni (derecha, pureta de... no sé, diez años o así; malhumorada, está en tratamiento por estrés -tócate los cojones, con la gata-):













jueves, 15 de septiembre de 2011

¿Café?

El escocés con jarras en lugar de pies consiguió un trabajo como camarero en una cafetería.
 - ¿Café?
- Sí, por favor.
Y levantaba la jarra derecha.
Con el tiempo, la clientela empezó a consumir más cortados que cafés solos.
- ¿Café?
- Sí, con leche, si puede ser - amplia sonrisa.
Levantaba la jarra derecha. Después la izquierda. Y la clienta se iba a trabajar más contenta que unas castañuelas.
Evidentemente, le subieron el sueldo en menos de lo que canta un gallo.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Conexiones

Recuerdo que cuando hice el curso de inserción laboral, hará unos doce años (¡¡puf!!), hicimos un módulo de electricidad que me encantaba. Uno de los talleres consistía en armar con cables, bombillas e interruptores maquetas de circuitos en paralelo, en serie y cosas por el estilo. La verdad es que era muy divertido, y bastaba con saber cómo conectar los distintos elementos para obtener resultados satisfactorios.




Con las personas las conexiones son algo complejas y, a mí particularmente, cada vez me lo parecen más. Me he encontrado con casos en los que me ha sido muy fácil conectar con algunas personas que acabo de conocer. El último caso me pasó en una cena. Me senté delante de una pareja a la que no conocía. Al principio la conversación arrancó de manera un poco forzada y típica: dónde vives, a qué te dedicas... pero resultó que cuando íbamos por los postres nos estábamos echando unas risas por vaya usted a saber qué divertida anécdota. Intercambiamos los teléfonos y tenemos una cena pendiente.
El mismo tipo de conexión positiva es la que puede surgir con personas que no conocemos personalmente a través del intercambio de comentarios en los blogs o e-mails. Habrá gente que no crea en este tipo de cosas, aunque yo estoy segura de que muchos de los que leéis esto tenéis, dentro de vuestros lectores del blog, a vuestros favoritos, a esos con los que os sentís más cómodos, esos que conectan más con vosotros.




Pero nos puede pasar que, de igual manera que podemos conectar al instante con una persona desconocida, podemos desconectar con una persona conocida. ¿Y si uno descubre que ha perdido la afinidad con esa persona después de muchos años? Puede tratarse de una pareja, de un amigo, de un familiar... alguien que en su día conectaba en muchos aspectos con nosotros, pero que con los años, por las circunstancias que sean, se ha distanciado, o nosotros nos hemos distanciado de él. En caso de que haya un distanciamiento por influencia de terceras personas, puede haber la posibilidad de solucionarlo, pero ¿qué pasa cuando la causa es que uno está en un momento de la vida distinto al del otro? ¿O que los intereses de ambos, con los años, han cambiado?

En estos últimos casos puede crearse el dilema de si mantener la relación por respeto a los años de amistad, pareja o parentesco (ya sabemos que quitarse a la familia de encima es difícil, jajajaja), o bien pensar en dejar esa relación porque no nos aporta nada, ni nos enriquece, ni la necesitamos.


En una pregunta-síntesis: ¿qué hacer cuando sentimos que alguien es prescindible?








(Sí, ya sé, demasiada filosofía existencial para estar a primeros de septiembre, pero lo hago por vosotros, así os hago pensar y os pongo las pilas para que arranquéis el mes a tope!!!)

martes, 6 de septiembre de 2011

Nunca digas nunca


Cuando ves que, todo y tu situación precaria general, sobrevives (algo que no acabas de entender del todo).
Cuando por fin asumes que dentro de lo malo tu vida podría ser peor.
En definitiva, cuando tras meses de caos interno y externo logras poner un mínimo (muy mínimo) de orden en tu día a día...
...tu hermana, ésa que comparte piso contigo actualmente, decide en este momento de su vida (y de la tuya) que ha llegado la hora de independizarse.

Nunca digas "nunca volveré a compartir piso con un desconocido".





¿Alguien me quiere alquilar una habitación?