jueves, 29 de julio de 2010

Tradición y cultura

Soy barcelonesa.

Soy catalana.

Soy española.

Como carne.


Me gustan los castells. No me gustan las sardanas.

Me gustan las sevillanas y el flamenco. No me gustan los toros.


Me gustan las plazas de toros. Son hermosas.

No me gustan el espectáculo que ofrece. Es vergonzoso.


En mi caso no, no soy independentista. No estoy feliz de esta abolición por rechazo a España, mi país, el cual me encanta. Se ha abolido un espectáculo basado en la tortura, la sangre y la muerte, que para mí no justifica ni la "cultura" ni la tradición. También era tradicional vender animales en las Ramblas y las paradas que se dedicaban a ello se están eliminando. También era usual ver en los escaparates de las tiendas de animales a sus ejemplares en venta, o sacrificar animales en las perreras, y ambas cosas se han prohibido en estas tierras.

Tradición y cultura. Tócate los cojones.

Desconozco si detrás de todo esto los políticos (que al fin y al cabo son los que han votado) tienen otros intereses. Pero yo hablo por mí.

PARA MÍ LAS CORRIDAS DE TOROS NO SON CULTURA

jueves, 15 de julio de 2010

¡¡YO YA IBA A LA MODA MUCHO ANTES!!

¡Cómo son las cosas! Una va por la calle y ve un sinfín de prendas de ropa lucidas con el mayor orgullo, porque son de rrrrabiosa actualidad. Lo último en las tiendas. Lo más visto en las pasarelas.

Puro cuento chino. Si hubiera conservado lo que me ponía cuando iba a la EGB (y la misma talla, cosa difícil porque una pega el estirón, le salen tetas, culo y barriga, etcétera) hoy iría que ni Kate Moss. ¡Menuda era yo vistiendo! Lástima que muchas veces mi glamour no fuera valorado... Ya se sabe, cuando una es innovadora no todo el mundo sabe apreciarlo.

Como estas palabras podrían tomarse a la ligera, qué mejor que aportar pruebas gráficas para que se pueda apreciar lo maravilloso de las piezas a las que hago referencia.

Un elemento que está en boga últimamente son las manoletinas. Perdonen, damas y caballeros, pero yo ya las usaba durante mi infancia y preadolescencia. Además, combinadas con un look de lo más informal y resultón (clicken en las imágenes para ver las prendas en todo su esplendor):


Look ideal para una velada en el mini golf del pueblecito de veraneo de turno


Otra prenda imprescindible para estar a la última este verano son las faldas de volantes. Aaaay, qué bonita esa faaalda! ¿estás ideal, se llevan mucho este verano!". ¿¿Este verano?? ¡¡Y en el verano del 88 también!!



Mi hermana (abajo) tenía la misma que la mía (arriba) fucsia, pero en versión amarillo fosforito. ¡Lo más!


Pero la que es fashion, es fashion. Y no se conforma con las faldas de volantes, cuando los volantes son a-do-ra-bles. ¿Para qué sacrificar el estilo cuando uno va a la playa y tiene que desprenderse de la ropa que tanto le favorece?



¡Cool incluso bajo el agua!


Los estampados floreados no pueden faltar en el armario esta temporada. Pero, ¿¿quién dijo que son una innovación?? ¡¡Yo ya los llevaba de pequeña, dando muestra de un gran sentido de la moda!!



¡¡Atrévete con los estampados!


Y si hay algo que me enerva infinitamente es esta moda de los leggins. Disculpen, señores, pero yo ya llevaba leggins cuando se llamaban lásters, o mallas. Las compañeras del cole se reían de mí, pero no sabían que iba a marcar estilo en el siglo XXI.



¿¿Quién dijo que ésto no es fashion?? ¡Ah, el verde! ¡Color vivo y elegante donde los haya!


Si hay un estilo que parece no pasar nunca de moda desde hace unos años es el estilo ibicenco, caracterizado por ser mayormente de color blanco, y por los tejidos de caída fresca y vaporosa. ¡Que se lo digan a mi abuela, que nos confeccionaba vestidos blancos y frescos para el Día de la Palma!


¡Ni los famosetes que pisan la isla en verano van tan ideales!


Y por último, dos piezas que marcan que de verdad de verdad una está inmersa en la moda de esta temporada: los topos y los shorts. Pero, ¡alto! ¿Quién dijo que ahora los topos, símbolo de nuestro folclore nacional, están de moda? ¿Y quién dijo que los shorts son la tendencia de este año? ¡¡Yo ya los llevaba a principios de los noventa!


¡Look ideal día&noche!


Así que señores, déjenme que les diga con toda mi modestia que he llegado a la conclusión de que algún diseñador de élite me ha estado estudiando durante mis mejores años de estilismo, para elaborar lo que hoy en día se vende en las tiendas y tanto entusiasma a la plebe que aspira a ser lo más.

Y a todas ésas que creen que van a la última les digo ¡¡YO IBA A LA MODA MUCHO ANTES!!

domingo, 11 de julio de 2010

Entender

Fiesta de empujones, patadas en la rodillas, en la espinillas, en los tobillos, en el pecho (versión Bruce Lee); en definitiva, fiesta de faltas, tarjetas amarillas, y Van Bommel dando por culo más que Nacho Vidal en Por la puerta trasera entra cualquiera.

Un partido ante todo caldeado, agresivo, guerrero.


Un equipo de valientes, de luchadores; nerviosos e indecisos a ratos (quién no lo estaría, tratándose de la primera vez en la historia de la selección que juega una final de un mundial, y contra un equipo que tiene la misma hambre de ser, también, campeón del mundo por primera vez).

Pero grandes, grandes todos. Grande Puyol, grande Xavi, grande Ramos, grande (¡grandísimo! ¡descomunal!) Casillas, grande Villa, grande Iniesta (que nos iba a dar la alegría más grande del mundo)... Grandes todos, joder, grandes todos.



E inevitablemente sintiéndome masoquista, disfrutando como una loca con el sufrimiento, con el cero a cero, con el corazón en un puño, con el último minuto de la segunda parte.
Con la prórroga. Con todos los tiros (¡cuántos tiros!) a puerta que me han hecho sacar la tráquea por la boca.
Con la tarjeta roja (¡¡juaaaas!!)
Y progresivamente convirtiéndose el sufrimiento placentero en sufrimiento a secas, viendo venir los penaltis.

Y de golpe, así de imprevisto, me veo de pie en el sofá, asomada a la ventada del salón, gritando al mundo entero gol a pulmón abierto. Gritando como creo que jamás he gritado un gol. Porque ahora entiendo a los seguidores de los países que alguna vez han sido campeones del mundo. Ahora entiendo lo bonito que es.

Ahora, por fin, entiendo lo que se siente cuando tu país se proclama campeón del mundo.

sábado, 10 de julio de 2010

Manos arriba, esto es un atraco

Salgo del metro y me dirijo hacia el portal. Levanto la vista del libro y veo a la vecina-treintañera-más-catalana-que-el-pan-con-tomate, la de la puerta de al lado, que viene hacia el mismo punto:

PECOSA (en catalán): - Hola, vesina!
VECINA CATALANA (ni hola ni nada): - Tu creus que això es normal? - ¿tú crees que esto es normal?, dice señalándose el pelo y con cara de mosqueo elevado a mil (y a partir de aquí, traduzco al castellano directamente)

Miro su pelo: mismo color anaranjado de siempre, mismo rizo, mismo corte de pelo. Mi cara es de qué. Aprecio, tras unos segundos (la vesina espera una respuesta, espera LA respuesta), que lo tiene ligeramente mojado.

PECOSA: - Lo tienes mojado, ¿no? ¿Que v... - ¿que vienes de la playa?, quería decirle. No me deja acabar.
VECINA CATALANA: - ¡Pues claro que lo tengo mojado! ¡Vengo de la pelu!
PECOSA: -Aaah... - digo sin entender aún el mosqueo.
VECINA CATALANA: - ¿¿Cómo se atreven a dejarme el pelo así??
PECOSA: - ...No sé... - en ese momento me ilumino y recuerdo que siempre lleva el pelo como un payaso: mismo color, misma forma, misma textura - ¿Por el poco volumen, dices?
VECINA CATALANA: -¡¡Claro, tía!! Hombre, vas, te dejas una pasta y ya ves para qué, para que te dejen así. Que me he dejado dieciocho euros, ¿¿eh?? -100% CATALANA - ¡¡Dieciocho euros!! Y a ver, yo sé que te cobran el acondicionador a parte, pero es que a mi me dijeron que valía doce, ¡doce! ¡¡Y me han cobrado dieciocho!! Hombre, es que ya está bien.

Yo pensaba: coño, dieciocho por lavar, cortar y peinar, con acondicionador (ración doble por tener el pelo como el esparto) incluido no está mal, pedazo de rata.

Nos metemos en el ascensor:

PECOSA: -Ya... Yo por eso no voy a la pelu...
VECINA RATA: -¡Bueno, yo también me lo suelo cortar en casa! Pero claro, el P**** -su compañero de piso- me ha dicho que estaba tan bien de precio, tan bien de precio... ¡Me cago en diez! ¡Dieciocho euros! ¡Y apenas me lo han cortado! ¡¡Vamos, que no vuelvo más!!
PECOSA (temiendo que viera que se me escapaba la risa): - Claro, claro...

Mientras cada una abre su puerta:

PECOSA: -Bueno, haz lo que hago yo las pocas veces que he ido a la pelu, lávate el pelo otra vez.
VECINA RATA: -¡Ah, sí, sí! ¡¡ESO PIENSO HACER AHORA MISMO!! - sentencia.

Y cierra con un portazo.

Voy hacia la cocina riéndome. Mi cocina da a su baño. Mientras bebo agua oigo la ducha de la vecina:

VECINA RATA: - ¿¿Tú te crees?? ¿¿Dieciocho euros por esto??
COMPAÑERO DE LA VECINA (tono miedo ON): -Bueno, tampoco te lo han dejado tan mal...
VECINA RATA: -Mira, calla. ¡Calla que estoy que rabio! ¿¿Será posible?? Lo llego a saber y blablabla...
COMPAÑERO DE LA VECINA: -...Voy al Caprabo a por una pizza -la deja cascando sola y se va.


Me descojono. Pobre chaval, que es más bueno que el pan. Le debió caer la de dios.
Al rato estaba la vecina con el secador, dándole a saco al difusor, seguro.


Manda cojones, la vesina.

jueves, 8 de julio de 2010

Al aire libre

Barcelona en verano en tremendamente calurosa y pegajosa. Pero las noches al aire libre son geniales.

Barcelona en verano gana: más conciertos, más cine, más ocio.


Y una de las mejores maneras de disfrutar de las fantásticas noches al aire libre a la vez que se pasa un rato entretenido y en un buen ambiente es subirse a los jardines del Castillo de Montjuïc a disfrutar de una buena película proyectada en pantalla gigante. Algo parecido a lo de los autocines de las pelis yankis, pero sustituyendo los coches por hamacas, o pareos, o mantas; cambiando las palomitas por bocadillos o tortilla de patatas; y siendo el entorno una gran explanada cubierta de césped rodeada de muralla en lugar de un aparcacoches.



Sobre las nueve de la noche el grupo de jazz Barnouche situado sobre el escenario ameniza la llegada y apoltronamiento de los jóvenes y no tan jóvenes al lugar, dándole un ambientillo de lo más buenrollesco.


A las diez, siendo ya más de noche (aunque no del todo) que de día, se inicia la proyección con el cortometraje El futuro está en el porno, cuya protagonista me hizo soltar más de un ¡juas! durante los 14 minutos que dura el corto (para los curiosos, primera parte aquí, segunda parte aquí).



Tras el corto, la película: La teta asustada, de Claudia Llosa. Me sorprendió que, aún y poseer ese hilo principal de carácter dramático, la película, lejos de parecerme desagradable (uno lee el argumento y cree que va a visualizar escenas de vaya-usted-a-saber-qué) desprendía cierta paz, en gran parte gracias a la protagonista, de rasgos latinamente angelicales y portavoz de dulces -aunque la mayoría de letras desgarradoras- canciones. La película en algún momento incluso roza el humor (véanse los momentos bodorrio).





Nos fuimos con buen sabor de boca en todos los sentidos -los bocatas que hizo Ratman estaban de vicio-. Y mejor sabor de boca me quedó (a Ratman no tanto, que aún le duele la eliminación de Argentina) al legar a Plaza España (porque no iba a ser en Plaza Cataluña) y ver a gente con banderas españolas gritando y cantando. Tengo que decir, y que me perdonen, que por desgracia no llenaron ni media plaza -Cataluña is different-, y que los que la llenaron eran de los de ¡¡neennn, lo flipas, tío!!. En cualquier caso, una celebración es una celebración, y España está en la final. Me lo dicen hace un mes y no me lo creo.


viernes, 2 de julio de 2010

La entrada del metro

Hace meses (creo que lo he visto siempre, desde que me cambiaron de tienda) que, casi todos los días, hay un señor que pide dinero en la parada del metro. Va vestido con pantalón y camisa, ni extremadamente elegante -obviamente- ni extremadamente desaliñado. Nunca habla, es más, ni siquiera levanta la mirada. Siempre la tiene dirigida hacia el suelo, perdida. Se limita a sujetar un cartel que dice "tengo hambre".

Hace una semana fue el puente de San Juan (no para todos, conste en acta). Aprovechando que el miércoles, día de la verbena, salíamos una hora antes y el jueves era fiesta, fui a la estación de Sants a coger el tren para ir a casa de Ratman. Inocente de mí (una de las que NO disfrutó de cuatro días de fiesta), no caí en que el puente hacía que mucha gente se desplazara a sus respectivos lugares de descanso; con lo cual la estación estaba como la plaza, abarrotááá. Colas en todas partes: en las taquillas, en las tiendas, en las máquinas expendedoras de billetes... Resignada, voy hacia las que están más escondidas, para ver si con un poco de suerte había menos gente. Y un huevo, hay unas colas del copón. Así que me lo tomo con calma y me sitúo en una de ellas.

Veo que en una de las máquinas hay un señor que ayuda a los viajeros poco habituados con la modernidad de dichas expendedoras a sacar sus billetes. Menos mal, Renfe ha puesto a alguien que agilice esto, pienso. Pero... Ay, leches, ese hombre me suena... ¡Coño! ¿No es el que pide en el metro? No, hombre, no puede ser... A ver si se gira, parece que va de uniforme, debe llevar una chapita de Renfe o algo... ¡Ahí se gira! Pues no, no lleva nada. Pero se parece al del metro, sí... ¡Ahí viene una chica que sí que va identificada, a ver si le dice algo! Lo ha mirado... pero no le ha dicho nada. ¿Serán compañeros? ¿O no lo conoce de nada pero pasa de decirle ni mu por si el tío se la arma? Qué raro... Me voy a cambiar de cola, no me fío un pelo. Esto es como lo de "yo le vigilo el coche, señor", que si no les das dos euros, luego te dejan el coche hecho trizas. Desde luego, como está el mundo. A ver que le mire otra vez la cara... Joder, es que sí que es. ¿¿Pero qué cojones hace éste aquí??

Conclusión: o es el del metro que intentaba sacarse una propina aprovechando el puente de San Juan (hombre de recursos) o era uno de Renfe que en las horas libres se va a pedir al metro.


***


La entrada del metro siempre está de lo más concurrida. Gente que entra, gente que sale, el que te vende mecheros, el que pide, los de Médicos Mundi ligando, los que te dan papeletas publicitarias...

Siempre que entro o salgo lo hago en plan kamikaze, esquivando a todo ser humano que pretenda abalanzarse sobre mí, diciendo "no gracias, no gracias" (me siento como Ana Obregón en sus mejores tiempos).

Es raro que alguien no quiera enchufarte algo. Por eso me llamó la atención cuando uno de los días, al pasar por el lado de uno de los que repartían publicidad, el chico hizo ademán de darme una tarjeta, e inmediatamente corrigió el gesto, no dándome así la no deseada pero a partir de aquel momento enigmática publicidad.

Me quedé algo sorprendida, pero no le di más importancia.

Durante una semana estuvo cada día en la entrada del metro, con las misteriosas tarjetas. Fijándome a medida que llegaba hacia donde él estaba, veía que no daba tarjetas a todo el mundo, a la desesperada, como suelen hacer los repartidores de publicidad. Así que cuando entré al metro, miré hacia el suelo, siempre hay alguien que tira la publicidad en el suelo. Vi muchas tarjetas tiradas, así que cogí una. En ella había una chica china sólo con unas braguitas puestas, enseñando unas pechugas redondas y firmes y una sonrisa infantil en su cara aniñada. "Masaje Japonés", decía la tarjeta. Aaaaah, bueeeno, ahora se entiende. En el dorso de la tarjeta, otra china (o japonesa, que yo no distingo), ésta mostrando la retaguardia, con las misma expresión facial que la otra; y el mismo texto de la otra cara de la tarjeta (deduzco) en chino.




Entonces, la cosa está así: antes en los metros te daban publicidad de depilaciones o carpinterías de aluminio, vendían mecheros o colonias de firma falsas, o tocaban el acordeón.

Ahora los mendigos hacen horas extras en las estaciones centrales en plena operación salida y la publicidad que dan es de putiferios chinos.

Si me lo dicen hace un año no me lo creo.