martes, 28 de octubre de 2008

Mi casa: vida y milagros (Episodio 1)

Tener un hogar propio (o, en su equivalente mínimo, vivir en un piso de estudiantes) implica tener cierta independencia. Y si hablo de independencia, tengo que hablar del primer artículo propio que tuve cuando me independicé: mi televisor.


Se trata de una Panasonic Quintrix TX-21AP1F, que dicho así parece que esté hablando de un pepinazo, pero no: mi querida compañera (ha superado exitosamente todas mis mudanzas, y no se me ha estropeado ni una sola vez) tiene ya sus nueve añitos y funciona de maravilla; así que no tiene nada que envidiarle a las pantallas planas ultramodernas que andan por ahí. Como ella suele decir: "culona, pero honrada".

Y así pues, con ella y los demás bártulos (que hace cuatro años se reducían a maletas con ropa, un candelabro de pie, un DVD sin surround, una manta y mi cámara de fotos), me mudé a este piso que, por suerte, estaba semi-amueblado.

El primer mes en el piso fue... Excesivamente ajetreado. Ya de por sí, una mudanza lo es, y se une la emoción del cambio con el cansancio que supone acondicionarse. Pues, muy "emocionante" fue también la noche que subió el vecino de abajo a decirnos que le estaba cayendo agua de nuestro baño. Claro que le caía agua, como que nos había reventado una tubería. Lo cual supuso llamar al propietario de la finca, que nos mandó a un operario que nos cambió toda la instalación de agua. Pero claro, hasta entonces, gastando agua de garrafa por un tubo, que calentábamos en ollas al fuego para así poder ducharnos; y usando cazos, como antiguamente.

Bueeeeeeeno, cosas que paaaasan.... Sí, sí, ¡y una leche! En cuestión de días, reventó el calentador. Tal cual. Vuelvo a llamar a las fincas, ya un poco mosca. Por supuesto, nos pusieron un calentador nuevo. Entre tanto, como teníamos agua pero no caldera para calentarla, vueeeeeeelta a calentar el agua al fuego.

Vale: peta el agua, peta la caldera... Y como no hay dos sin tres, petó la única cosa que faltaba por petar: la luz. Un día, así de sopetón, ¡plas! se nos apaga todo. Me fijo en si han saltado los plomos, pero no: está todo para arriba. Extrañadas, vamos al pasillo de la planta y vemos que hay luz. Picamos a los vecinos, y nos dicen que tienen luz... Qué raro... Llamamos a Endesa por si hay alguna avería (¡¿sólo en nuestro piso?!). Impago. Nuestro no, claro, nos acabábamos de mudar. De los inquilinos anteriores, por lo visto, que se fueron dejando una factura pendiente. Chúpate esa. Ooooootra vez llama a las fincas, espera a que lo solucionen (a todo esto, la nevera y el congelador soltando agua a punta pala, claro)...

Os podéis imaginar como estábamos las dos después de todo eso: yo ya no sabía si hacer la maleta y desaparecer de ese piso maldito, todo y perder la fianza... Por suerte, la racha paró ahí... De momento...

9 comentarios:

chuikov dijo...

todos esos problemillas que parecen problemones con el paso del tiempo se ven con una nostalgia entrañable

Pecosa dijo...

¡Sí, por supuesto! Ahora lo recuerdo cono "la batallita de bienvenida", aunque ¡no volvería a pasar por eso! Que también te digo que éran otras épocas, y tampoco me lo tomé muy a pecho... Realmente, nos partíamos de la risa.

Critter Venudo dijo...

OH MY GOD!! esa casa si que es una ruina, joer madre mía Pecosa escribes un libro y no te creen. Estoy de mudanza ya te contaré, mi casero un HP.

Gracias por tus consejos. Al final hemos sacado ese hueco para hablar. Un besote.

Tessi dijo...

Con todas esas anécdotas seguro que no te olvidas de la llegada a tu casa.
La verdad es que las mudanzas siempre son...bueno, sobretodo agotadoras. Parece mentira la de cosas que podemos llegar a acumular en un corto periodo de tiempo. Te vas con una maleta y vuelves con cuatro... aixxx, que recuerdos!!!!

Pecosa dijo...

Toda la razón, Tessi. En estos cuatro años en el piso he acomulado de todo: utensilios de cocina, muebles, trastos varios... Ya tiemblo sólo de pensar en lo que me espera en mi próxima mudanza... o_o'

¡Un abrazo!

oxalus dijo...

Inicios difíciles para momentos inolvidables, ¿que no?

Pecosa dijo...

Totalmente

vittt dijo...

el piso te ponía a prueba. acostumbran a hacerlo cuando les gustas. uno es más exigente con la gente que le cae bien ;-)

Pecosa dijo...

Es cierto que uno exige más a quien quiere. Mi piso, a base de ponerme a prueba, no ha podido conmigo (soy una cabezona) y hasta me ha enamorado. Le ha costado seis años, pero ahora pienso en el día que tenga que dejarlo y no me hago a la idea.